junio 16, 2010
De su despertar
No sé que punto sagrado creó la ignición vital
en un cosmos caótico que se pausó por un instante;
no sé que implosión de qué estrella brillante
hubo de acontecer como un acto trascendental
para que él naciera y este universo renunciara a lo trivial.
¿Dónde se haya el germen de su alegre canto?
cuando como ensueño dormía en el Olimpo,
¿dónde el soplo de viento que le dio el aliento?
cuando para despertarle del letargo elegíaco de lo muerto,
los dioses danzaban y lanzaban odas al tiempo.
Hoy los madrigales se visten de salmos, loores y colores; y la penumbra
de la noche lóbrega se pinta de luna, y el miedo huye…y ya no hay retorno;
hoy el polvo que deambula cual testigo mudo del eterno
le reconoce y acaricia delineando el trazado etéreo de su sombra.
Y de él se abrazan la nada, el abismo, un espejismo y el vacío,
cuando no pueden siquiera tocar lo que el recuerdo ha hecho de ese hombre,
y las hortalizas despiertan derramadas de rocío,
y se sabe que ni la muerte enunciando su nombre,
podrá borrar aquel día en que el azar y mi perenne amar
desde un grito dimensional le hicieron despertar.
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