Esa gabardina roja de misterios insondables, aquella vaca y su juguetito, los doritos de hace una semana que circundan por ahí, tus libros y cada rincón de ese recinto rojo. Mujer, lo que tocas se convierte en risas.
Te vi entrar aquella vez, radiante y con ese brillo en los ojos que te ha de caracterizar, constantemente recuerdo la noche que me conectó a tu universo, noche de estrellas y de hoyos negros, de auroras boreales y nevadas, de calores de playa y mucha cerveza, de nacimientos y muertes, de nacimientos… de naceres.
Estando tan cerca estábamos lejos y unos payasitos, una decisión de momento, un café cercano y una computadora lenta me provocó cambiarme a la pantalla donde vi tus letras y me hiciste reír, pues aun a pesar de saberte en la ausencia de lo desconocido, en los abismos de lo ajeno a mi, plasmé mi soledad y desahogo en ese espacio, sentí calor de hogar en objeto tan frío. Aunque ahora tengo la certeza de que te hubiese conocido aun si la razón hubiese sido encontrarnos rezando en una iglesia.
Esta linda mañana de sábado se ha expandido y ya no hay días, ni semanas, sólo me queda el dulce saber que puedo tocar tu mano y darte un abrazo; aquí seguimos Jude bajo estrellas que caen dibujando color en el espacio y un fuego que no se extinguirá jamás.
Siempre que he de estar cerca de ti ha de ser fuera de los parámetros del tiempo, pues el perfume de eternidad que llevas en tu piel me hace respirarte quieta, como la imagen quieta de la luna nueva.
Seguro eres un hada que aparece de vez en cuando en este bosque macabro del mundo, que con su varita mágica y ese juego encantador de mirada y sonrisa concede tranquilidad a espíritus angustiados.
Me quedé muda ese día que te vi contando chistes y moviendo tus brazos…tu boca, volteando a veces y riendo; me asombra el hecho de saber que estás viva, respirando a fondo y con una cadencia en el alma que al solo verte me mueve. Pudiste haber estado en esos momentos en otro lugar, mas estabas ahí y fue un deleite, así como sentir que puedo volar muy alto sin alas y no caer.
Cómo no sonreír cuando sé que andas por ahí, y que la sorpresa y la elección me darán goce tan profundo al escuchar tu voz de niña al despertar, tu voz tan dulce que me nace el instinto de protegerte de toda esa mierda que dices no poder soportar, yo gustosa te llevaría a capuchi a la playa, a la montaña y a la nieve para que no sientas jamás, ni veas, ni huelas un gramo de ella…; miles de alfombras rojas colocaré a tu paso con florecitas de todos colores a la orilla del camino, canciones de pink floyd, rings por todas partes y mucha cerveza…, quebraremos botellas al brindar y bailaremos para siempre…
Quizá tu divinidad ha hecho sombra sobre mí y esos destellos me han dado gloria y paz.
Siempre he tenido cosas que decirte y no sé por qué me cohíbo, pero tú sabes…¿si lo sientes?
Te respiro, mis sentidos te absorben y cuánto lo disfruto.
La reina de las hormigas..: )