“Estábamos reunidos en la pañalería que se encuentra a lado de la Botica de la colonia; todos platicábamos contentos porque Violeta nos dio la noticia de que estaba embarazada, -en hora buena Violeta, en hora buena para toda la vida-, le di un abrazo y me dio sentimiento, ella es mi amiga desde la infancia y los cambios de la vida me separaron de ella…”
El día que llegué a la colonia me recibieron Violeta y Ely con una pregunta, … ¿es cierto que tienes muchas barbies?...habían escuchado el rumor de que supuestamente yo tenía muchos juguetes, yo les dije –sí, ¿quieren jugar conmigo?- y ellas vinieron a mi casa a jugar a la baraja, nos enviciamos a tal grado que apostábamos dinero y a veces nos guardábamos cierto rencorcillo que se diluía cuando venía la revancha. Una vez nos pusimos a jugar en el poste que está enfrente de mi casa a la baraja y conectamos una grabadorcita con una larga conexión, estuvimos ahí hasta las 12:00 de la noche, mi abuelita Justina nos dijo que nos iba a llevar la policía pero no hicimos caso. Nos hicimos expertas en el conquián, el uno, el burro castigado, poker, veintiuno, hasta al cubilete le hacíamos.
Éramos cuatro niñas, Ely, Claudia, Violeta y yo, a veces había un poco de rivalidad entre nosotras, celos de amigas que ahora recuerdo y me dan risa… sin embargo tenían mucha razón de ser. Las casas de Ely y Violeta estaban pegadas y se hicieron muy apegadas, de vez en cuando mostraban un rechazo burlón a Claudia y a mí.
Un día Claudia y yo fuimos a jugar con ellas y cuando tocamos la puerta de la casa de Ely había un letrero muy cruel que decía “NO SE ACEPTAN JETAS DE PERRO NI WINONAS”, esas éramos Claudia y yo, ellas desde adentro reían y no nos abrieron. Claudia y yo nos fuimos a jugar tazos con los niños de la cuadra y ella tenía mucha suerte que la hacía ganar siempre, llegó a juntar una bolsa de mandado repleta de tazos; un día de aquellos su primo Víctor se peleó con otro niño por unos tazos mal ganados. Su mamá se los tiró al baño de pozo, él los pescó con un gancho y los limpió del excremento, luego los puso en cloro por varios días, los recuperó y se puso a jugar.
En una de esas que jugué con él y gané tazos bien olorosos, decidí dejar de jugar.
Cuando Ely y Violeta se peleaban ella recalaba conmigo y nos metíamos al zaguán a hacer pastelitos de lodo. Yo hacía todo lo que me decía, y ella se burlaba cómodamente de las locuras encomendadas, una vez nos fuimos a la placita y nos sentamos viendo pasar las horas, me dijo que les preguntara a los muchachos de enfrente que si venían de “Aves sin Nido” (esa sección que viene en la revista “Sentimental” semanal), lo hice sin dudarlo y la risa nos duró toda la semana.
Violeta siempre segura de sí misma y con un temple de acero me enseñó muchas cosas; un día me mandó una cartita diciéndome “tú no eres tontita, las personas se aprovechan de la gente noble y es injusto, no tienes porqué hacer lo que la gente te dice sin siquiera razonarlo, todas las tareas encomendadas son para que pierdas la timidez y además para divertirnos”.
A ella le gustaba estar afuera de mi casa sintiendo la frescura de la noche y platicando, yo de verdad la quise mucho, mi aprecio por ella está latente, sin embargo en la adolescencia cada quien tomó su camino.
Cuando llegaba de la secundaria me iba a su casa a escuchar música, nos acostábamos en su cama en la época de invierno con muchas cobijas y nos quedábamos dormidas, su mamá nos traía chocolate caliente, éramos inseparables y siempre que nos veíamos era pura risa la que brotaba de nuestras almas.
Seguido iba por ella a la secundaria, hubo un momento en que me iba a cambiar de escuela nada más para estar cerca de ella, la quería de veras y ella a mí.
Solíamos subirnos al techo de mi casa a tomar el sol en el día y en la noche seguíamos acostadas en el techo viendo las estrellas y divagando sobre el universo.
Hubo una noche en que llegó el cinito callejero, pusieron varias de las meras buenas, también la del Chupacabras y esa fue toda una celebración, cuando subimos al techo traíamos un arsenal de galletas, dulces, chocolates y golosinas para batanear… ¿qué más podíamos pedir?, estábamos a punto de ver un churro clásico y era totalmente gratis pues alcanzábamos a escuchar y a ver desde ese techo.
En las tardes nos entreteníamos leyendo selecciones de Reader Digest y libros que su papá nos traía del sobreruedas, jugábamos al Maratón, a la Oca, al Monopolio, al Basta, a la cuerda, a la liga, a escribir canciones, a cantar, a sumergirnos en un charco que estaba en la calle de atrás el cual fue producto de un tubo roto.
Llegó el momento de crecer… yo tenía 14 años y ella 13, Violeta creció más rápido que yo y le empezaron a gustar los niños, vestía coquetamente y se perfumaba; sus reacciones químicas se adelantaron a mis juegos de niña. Ella ya no jugaba fútbol o a los quemados, ya no se revolcaba de tierra conmigo, ya no hacíamos tonterías de la mano, ella se ponía a platicar con otra niña a la que también le gustaban los niños, ellas eran muy bonitas y atraían a los chicos.
Yo todavía jugué mucho tiempo al futbeis, a patinar en las canchas, al basquet, mis juegos se fueron quedando solitarios porque los niños de la cuadra crecieron y cambiaron sus juegos por otros más aburridos. A fin de cuentas yo también crecí y como a los 16 años nuestros caminos se volvieron a cruzar. Fue la época del frenesí idílico del amor, era emocionante contarnos los detalles del chico que nos gustaba, en ese tiempo un muchacho que me atraía me tiró un ligazo y yo me emocioné por saber que me miraba y esas travesuras significaban mucho.
A Violeta le gustaba Pedro, ese niño bonito de la secundaria que escuchaba a Pink Floyd, él era muy listo; Violeta decía que se parecía a mí aun en sus gestos. Quién sabe que extraña relación había con ese niño pero ella no lo podía alejar de sus sueños.
Cuando entramos a la preparatoria se acabó el sueño, ella conoció a otras niñas y yo tenía mis propias amigas, todas éramos muy diferentes, sus amigas la querían mucho, mis amigas me mostraron un mundo nuevo repleto de posibilidades, las ventanas y puertas de mi mente se abrieron a la vida.
Ella y yo no nos volvimos a frecuentar, pienso que si hubiéramos seguido siendo amigas cercanas mi vida no fuera la misma, ni tampoco la de ella, muchos planes habríamos trazado, viajado juntas, experimentado emociones, sensaciones, pesares, etc..
La extraño, un día de estos me voy a acercar a su ventana y le voy a tirar una piedrita hasta que salga, la voy a invitar al techo de mi casa con muchos dulces y chocolates, un día estrellado tiene que ser y espero me tome de la mano y suba conmigo a ese techo viejo a divagar sobre las teorías universales.
El día que llegué a la colonia me recibieron Violeta y Ely con una pregunta, … ¿es cierto que tienes muchas barbies?...habían escuchado el rumor de que supuestamente yo tenía muchos juguetes, yo les dije –sí, ¿quieren jugar conmigo?- y ellas vinieron a mi casa a jugar a la baraja, nos enviciamos a tal grado que apostábamos dinero y a veces nos guardábamos cierto rencorcillo que se diluía cuando venía la revancha. Una vez nos pusimos a jugar en el poste que está enfrente de mi casa a la baraja y conectamos una grabadorcita con una larga conexión, estuvimos ahí hasta las 12:00 de la noche, mi abuelita Justina nos dijo que nos iba a llevar la policía pero no hicimos caso. Nos hicimos expertas en el conquián, el uno, el burro castigado, poker, veintiuno, hasta al cubilete le hacíamos.
Éramos cuatro niñas, Ely, Claudia, Violeta y yo, a veces había un poco de rivalidad entre nosotras, celos de amigas que ahora recuerdo y me dan risa… sin embargo tenían mucha razón de ser. Las casas de Ely y Violeta estaban pegadas y se hicieron muy apegadas, de vez en cuando mostraban un rechazo burlón a Claudia y a mí.
Un día Claudia y yo fuimos a jugar con ellas y cuando tocamos la puerta de la casa de Ely había un letrero muy cruel que decía “NO SE ACEPTAN JETAS DE PERRO NI WINONAS”, esas éramos Claudia y yo, ellas desde adentro reían y no nos abrieron. Claudia y yo nos fuimos a jugar tazos con los niños de la cuadra y ella tenía mucha suerte que la hacía ganar siempre, llegó a juntar una bolsa de mandado repleta de tazos; un día de aquellos su primo Víctor se peleó con otro niño por unos tazos mal ganados. Su mamá se los tiró al baño de pozo, él los pescó con un gancho y los limpió del excremento, luego los puso en cloro por varios días, los recuperó y se puso a jugar.
En una de esas que jugué con él y gané tazos bien olorosos, decidí dejar de jugar.
Cuando Ely y Violeta se peleaban ella recalaba conmigo y nos metíamos al zaguán a hacer pastelitos de lodo. Yo hacía todo lo que me decía, y ella se burlaba cómodamente de las locuras encomendadas, una vez nos fuimos a la placita y nos sentamos viendo pasar las horas, me dijo que les preguntara a los muchachos de enfrente que si venían de “Aves sin Nido” (esa sección que viene en la revista “Sentimental” semanal), lo hice sin dudarlo y la risa nos duró toda la semana.
Violeta siempre segura de sí misma y con un temple de acero me enseñó muchas cosas; un día me mandó una cartita diciéndome “tú no eres tontita, las personas se aprovechan de la gente noble y es injusto, no tienes porqué hacer lo que la gente te dice sin siquiera razonarlo, todas las tareas encomendadas son para que pierdas la timidez y además para divertirnos”.
A ella le gustaba estar afuera de mi casa sintiendo la frescura de la noche y platicando, yo de verdad la quise mucho, mi aprecio por ella está latente, sin embargo en la adolescencia cada quien tomó su camino.
Cuando llegaba de la secundaria me iba a su casa a escuchar música, nos acostábamos en su cama en la época de invierno con muchas cobijas y nos quedábamos dormidas, su mamá nos traía chocolate caliente, éramos inseparables y siempre que nos veíamos era pura risa la que brotaba de nuestras almas.
Seguido iba por ella a la secundaria, hubo un momento en que me iba a cambiar de escuela nada más para estar cerca de ella, la quería de veras y ella a mí.
Solíamos subirnos al techo de mi casa a tomar el sol en el día y en la noche seguíamos acostadas en el techo viendo las estrellas y divagando sobre el universo.
Hubo una noche en que llegó el cinito callejero, pusieron varias de las meras buenas, también la del Chupacabras y esa fue toda una celebración, cuando subimos al techo traíamos un arsenal de galletas, dulces, chocolates y golosinas para batanear… ¿qué más podíamos pedir?, estábamos a punto de ver un churro clásico y era totalmente gratis pues alcanzábamos a escuchar y a ver desde ese techo.
En las tardes nos entreteníamos leyendo selecciones de Reader Digest y libros que su papá nos traía del sobreruedas, jugábamos al Maratón, a la Oca, al Monopolio, al Basta, a la cuerda, a la liga, a escribir canciones, a cantar, a sumergirnos en un charco que estaba en la calle de atrás el cual fue producto de un tubo roto.
Llegó el momento de crecer… yo tenía 14 años y ella 13, Violeta creció más rápido que yo y le empezaron a gustar los niños, vestía coquetamente y se perfumaba; sus reacciones químicas se adelantaron a mis juegos de niña. Ella ya no jugaba fútbol o a los quemados, ya no se revolcaba de tierra conmigo, ya no hacíamos tonterías de la mano, ella se ponía a platicar con otra niña a la que también le gustaban los niños, ellas eran muy bonitas y atraían a los chicos.
Yo todavía jugué mucho tiempo al futbeis, a patinar en las canchas, al basquet, mis juegos se fueron quedando solitarios porque los niños de la cuadra crecieron y cambiaron sus juegos por otros más aburridos. A fin de cuentas yo también crecí y como a los 16 años nuestros caminos se volvieron a cruzar. Fue la época del frenesí idílico del amor, era emocionante contarnos los detalles del chico que nos gustaba, en ese tiempo un muchacho que me atraía me tiró un ligazo y yo me emocioné por saber que me miraba y esas travesuras significaban mucho.
A Violeta le gustaba Pedro, ese niño bonito de la secundaria que escuchaba a Pink Floyd, él era muy listo; Violeta decía que se parecía a mí aun en sus gestos. Quién sabe que extraña relación había con ese niño pero ella no lo podía alejar de sus sueños.
Cuando entramos a la preparatoria se acabó el sueño, ella conoció a otras niñas y yo tenía mis propias amigas, todas éramos muy diferentes, sus amigas la querían mucho, mis amigas me mostraron un mundo nuevo repleto de posibilidades, las ventanas y puertas de mi mente se abrieron a la vida.
Ella y yo no nos volvimos a frecuentar, pienso que si hubiéramos seguido siendo amigas cercanas mi vida no fuera la misma, ni tampoco la de ella, muchos planes habríamos trazado, viajado juntas, experimentado emociones, sensaciones, pesares, etc..
La extraño, un día de estos me voy a acercar a su ventana y le voy a tirar una piedrita hasta que salga, la voy a invitar al techo de mi casa con muchos dulces y chocolates, un día estrellado tiene que ser y espero me tome de la mano y suba conmigo a ese techo viejo a divagar sobre las teorías universales.
2 comentarios:
que nostalgia miri... me hiciste recordar lo smomentos felices del pasado...
no puedo creer que bien guardados estaban. gracias por eso. de no haber entrado aqui seguiria con la eterna idea de que mi infancia solo fue cruda y ahora recuerdo que no todo fue asi
besos!
Very nice site!
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