junio 13, 2020

De mis padres

A veces quisiera quitarme este disfraz de hija y poder ver a mi madre y padre como dos seres humanos nada más. Aunque siempre seré la hija, lo intentaré:

Marina Páez Osuna es una mujer inmensa y hermosa en cada instante de la vida, que tiene afición por cantar todo el tiempo, que cree con una fe desmedida en un Dios que siempre la salva de cualquier mal. Su corazón es tan grande que todos los días dedica un tiempo del día a orar nombrando a quienes ama.

  • Es una excelente amante de la cocina: pastel de queso, asado mazatleco, gallina pinta, sopitas con huevo, nopales asados, ¡lo que haga!, pero sobre todo, los domingueros y ya clásicos de mi infancia: los jotkeis.
  • Le gustan las telenovelas y tiene una capacidad narrativa oral que siempre me tiene al tanto de la trama de cada una de ellas. Cuando se ríe, es a carcajada abierta, porque si no... ¡pa qué! 
  • Es una mujer trabajadora y organizada que ha vivido la vida que le ha dado la gana.
  • También le sé que es una mujer que se mantiene incólume ante el entierro de todos sus muertos, resolviendo, encontrando papeles que ya están ordenados, haciendo llamadas, y que se guarda sus dolores para sí misma. Pocas veces la he visto llorar, porque es muy fuerte, pero cuando he sido testigo de esas lágrimas, no lo puedo soportar. Nada más quiero que sea feliz y dichosa.
  • También sé de ella que es fan de los bebés, que siempre quiso ser abuela y ahora lo es con nuestro dulce Emilio. 
  • Sé que le encanta Mazatlán, lugar donde nació, y que en cuanto escucha banda sinaloense se pone a bailar. 
  • Sé que cuento con ella y que siempre que estoy en problemas, de todo el mundo entero, solo ella no soltará mi mano. 
Y hay tanto más que no conozco y que espero algún día conocer. También sé que soy muy feliz de ser su hija y haber aprendido de ella tantísimas cosas que hoy me tienen en pie.

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Manuel Ibarra Cota fue un hombre también inmenso, que dejó huella y ecos por donde pasó, rockero hasta la médula, se sabía datos inútiles de Buddy Holly, Jimi Hendrix, The Platters, The Ronettes, y tenía esa chispa de melómano que es posible heredar -afortunadamente la heredé- : ) .


  • Era un hombre justo, mesurado, que no le gustaba pelear; él nada más quería la concordia, descansar y disfrutar. 
  • Cuando llegábamos a su colonia -la Pancho Villa- en Tijuana, saludaba con un chiflido y un "keobo" a quien le pasara por enfrente, y yo le preguntaba: "¿quién es, papá?" y él contestaba: "Un camarada". ¡Qué palabra tan pre-cio-sa!; entonces me daba cuenta de cuántos amigos tenía el apodado "Biliki" por aquí y por allá. 
  • También fue un hombre muy apuesto, que disfrutaba quitarse la camisa y andar así, mostrando los no-cuadritos en el sobreruedas. 
  • Le gustaban las carnitas en los puestos de la calle, era un hedonista de primera -eso también lo heredé de él-. 
  • Era fan de las Chivas del Guadalajara porque mi abuelo era oriundo de aquella ciudad; le gustaba escuchar al "Perro" Bermúdez.
  • Le encantaba ver "Miss Universo" y decir de las señoritas participantes: "¡Está fea la hija de la chingada!" -frase que mi madre reprendía contestándole: "Ni que tú estuvieras tan guapo" y yo reía. 
  • También era fan de manejar de la peor manera, acelerando y maniobrando en tono de broma como si fueran curvas, lo que me hacía reír -también me mareaba- y a mi madre hacía enojar por lo peligroso del asunto. Después, en ese mismo trayecto, pasábamos por una mansión grafiteada y abandonada por la Col. Altamira, y la historia era la misma cada domingo, me decía: "Hija, allí grabaron la película de Camelia la Texana, y por las noches se aparecen fantasmas y caballos con alas". ¡Y yo, por supuesto, le creía y sentía un miedo! 
  • También le gustaba juntar a todos los primitos y aventar "bolo". 
  • Era un maestrazo del "Conquián" -lo que también heredé- : ). 
  • Recuerdo que una vez me llevó a recorrer la Col. Agua Caliente ante mi petición de ver de cerca las mansiones que solo veía en películas. 
En fin, concluyo que mis padres son seres extraordinarios que se amaron hasta que la muerte los separó. ¡Qué suerte la mía por haberlo conocido/por tenerla!

De ahí vengo, de ahí venimos, hermano, ¡qué felicidad!

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