Mi querido charro cantor:
Ayer vi una película tuya que me puso triste, tu última película. Tenías 41 en 1953, recién te habías casado con tu amada María.
Una cosa me llevó a otra en mi tarea de querer saber más de ti; me enteré de que en esa última grabación ya estabas muy avanzado en tu enfermedad -y aun así decidiste entrarle-, y en uno de esos episodios en que trabajaste muy duro, estuviste a punto del desmayo y te acercaste a Ferrusquilla para decirle al oído: "Me estoy muriendo".
En toda la película no vi nada más que tu propia almita entristecida al saberte tan frágil frente a un mundo glorioso que habías construido tú y tu carisma, tú y tu barítona voz que inspiró a Plácido y a otros grandes.
Hoy es junio de 2020, el mundo atraviesa por una de sus más colosales crisis, y afuera de mi ventana llueve. Aquí he de detenerme. Truena, y cada trueno está contenido de los decibeles con que se musicalizó el inicio de los tiempos, lo sé porque el sonido viaja en ecos que tocan las paredes cuánticas de una vía que no es la láctea. Y es que el cosmos ahorita está mal acomodado; ¡y sí mi Jorge!, ¡somos todos!, ¡fuimos todos!, con cada uno de nuestros actos hemos desviado la curvatura natural de este infierno sitio lácteo, perturbando incluso el ritmo caótico de nuestra pequeña masa flotante, que ha traído este trueno de rabia que ya no se reconoce en su canto.
Ahora mismo escucho "flor de azalea", compuesta para la dulce Elsa Aguirre por Manuel Esperón, pero hecha para las notas de tu voz. He de confesar que voy por la vida pregonando que si un buen día, algún ser amado decente y de buen corazón se digna a llevarme serenata pronunciando palabras tan justas como las que adornan esta canción, ¡me les caso! : ) -es un decir-. Cada que la escucho vuelvo a creer -y a recordar- que soy capaz de amar, que alguna vez fui amada, que alguien me puede tratar con el más absoluto cariño e ir lento, cantándome una bella canción, dándome una flor, al tomarme de la mano, yo del brazo, al vernos a los ojos, al leernos un poema.
Acá es de madrugada, y la lluvia ha amainado, yo te pienso y estás en el recuerdo. Me consuela saber que esos 41 años los viviste cantando y amando, y en esa última escena en donde apareces en una colina con tu amada María y aquel perro fiel llamado "amigo", está, en suma, tu vida, ¡como el mejor de los finales, ¡como el final más feliz!
¡Gracias por tanto!
Miriam