marzo 09, 2020

8m/2020




¡Ayer fue un día glorioso!

Tengo el privilegio de ser una mujer que ha tenido la suerte del encuentro con la filosofía, la poesía, la música, y es así que el arte me ha dado alas para andar siempre con la bandera de la libertad y ser lo más parecida a mí que sea posible, sin avergonzarme de mis gustos, mi forma de vestir o mi postura política. Debo decir que tengo la fortuna de haber crecido con una madre y un padre que no me dieron más que amor, y una abuela y un abuelo que llenaron de alegría mi niñez, un hermano al que amo y que nuestras ideologías son diametralmente opuestas, y eso, en gran parte, me ha constituido en lo profundo.

Tengo otro privilegio, haber sido compañera de un ser humano filósofo maravilloso que destapó una sensibilidad poética-política en mi persona, al que agradezco sobremanera haber compartido el camino por tantos años, el que me invitó a entrar en contacto con los estudios de género, revolucionando mi conciencia de modos radicales y hermosos.

Tengo, aún más, el privilegio constante de tener maestras y amigas con las que reflexiono la palabra, las decisiones, la conciencia, el camino andado, los modos de hacer y estar en esta vida. Con las que no me siento juzgada sino protegida, las que me han enseñado a disipar mis miedos, a decir lo que siento directamente, a tener derecho a decir NO cuantas veces quiera, a aceptar que mis SÍ son míos nada más.

Además de todas las brujas bellas que son mis amigas, yo le agradezco a: Judith y Merarit, sin las cuales todavía no me encontraría, mujeres estructura de mí, espina dorsal de mis decisiones, a quienes amo, con quienes he vivido, he llorado, reído, bailado, amanecido, festejado sin razón y con tantas razones. ¡Gracias eternas!, porque si entiendo la sororidad es por ustedes.

Y regresando a lo que originalmente quería expresar:

¡Ayer fue un día glorioso!, porque haber estado en esa marcha e ir recorriendo la avenida Reforma acompañada de los gritos de mis hermanas me puso la piel y el alma chinitas, porque mis amigas y yo fuimos y somos parte de una historia que se está transformando, lo estamos viendo, lo estamos viviendo, no tuvimos que morir para que nuestra forma de entendernos desde nuestra condición de género cambie. Ayer lloré intensamente al ver el júbilo y el gozo con que las mujeres bailaban (y el justo momento en que una de ellas, en la algarabía del instante, me vio a los ojos, con una sonrisa que conectaba con mi madre, mi abuela, con todas mis ancestras), gritaban, se expresaban, sin miedo, andando juntas, avanzando hacia esa plancha representante de un poder patriarcal con todos sus monumentos que únicamente simbolizan héroes fallidos en los que ya nadie cree.

¿Qué queda de nuestra “nación”?, ¿es acaso que todavía o alguna vez sentimos orgullo escuchando el himno nacional o al enarbolar la bandera mexicana?, ayer vi ese símbolo patrio con los colores negro, blanco y morado, y esa bandera sí me inspiró un gran respeto, porque es conciencia pura, al entender que vivimos en una patria ensangrentada, feminicida y tomada por el narco, pero también en transición hacia la esperanza, de resignificarnos, de que sea otra la mirada con que vemos esos símbolos caducos y esas figuras de poder que ya no representan más que la decadencia y el recuerdo de un México que se edificó sobre la sangre de su propio pueblo.

Mi corazón palpita cuando recuerdo la secreta expresión de felicidad de las mujeres policías que “resguardaban” los edificios o monumentos, de las mujeres que detrás de la ventana del restaurante presentaban pequeñas manifestaciones escritas que nos apoyaban, el grato saludo de complicidad en los balcones de los hoteles o, las señoras que, aunque fuera de la marcha, nos observaban con dicha, con asombro; ¡y es así como se siente la historia viva, la hecha con minúscula!, porque juntas despertamos y nuestros gritos de rabia han sido transformados en música que no se apagará jamás.

¡Que sea otra la mirada con que vemos a cualquiera que ostente autoridad, que no haya jerarquías, que no haya manera de que una posición de poder (¡ni amo ni estado ni marido ni partido!) nos haga callarnos sin exigir lo mínimamente digno para la vida de cada ser humano, sea que se nombre “mujer”, “hombre”, “mujer trans” o cualquier disidencia!

#Vivasnosqueremos #8m2020poesíaenmovimiento

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