Alguna vez una muy querida amiga me dijo que si alguien le gustaba mucho se ponía tonta al querer hablarle y eso implicaba que ella jamás le gustaría al susodicho; pero la paradoja estriba en que el susodicho jamás logrará conocer a la mujer que somos, porque nos entra el tonto, porque la timidez alcanza niveles máximos y no podemos siquiera decirle con soltura: "abrázame". Entonces cuando alguien nos embelesa, es ya un imposible.
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