Últimamente he constatado aún más mi condición de ser orgánico, que somos seres hechos para la muerte y comienzo a apreciar ser dueña de un cuerpo, el cual puede bailar, al que puedo decorar a mi manera.
Cuando nacemos nos transmiten que hay una realidad, en la cual la gente de manera ordenada va a trabajar, elige una pareja, compra cosas que le dan un sentido y orden a lo cotidiano. Hoy me doy cuenta que todas las ciudades son construídas y así la cultura y las aglomeraciones humanas; por lo tanto son piezas de un rompecabezas que se puede desacomodar y reacomodar...la realidad se desvanece. También la identidad está compuesta de elecciones y recuerdos, los que nos hacen quienes somos.
Tengo la certeza de que la vida es un manjar que se tiene que venerar, disfrutando, porque somos seres que tienen el privilegio de ser concientes de la belleza que nos rodea, o de experimentar con los sentidos.
Amo de la vida dormir y soñar, que un otro se dé cuenta con un abrazo que tengo un cuerpo, vivo, fuerte, fisico.
Amo de la vida tener un lenguaje con el cual me puedo desbordar.
Amo de la vida danzar y que la música me mueva en un cúmulo de movimientos estéticos que expresan belleza.
Amo vestirme y maquillarme dándole identidad a este cuerpo que soy.
Amo saborear el picante, el café, el hielo, el mango.
Amo el ritual de la playa, pies en la arena, piel caliente.
Es entonces cuando concluyo que estoy aquí por nada y hacia la nada voy, y las culpas, los miedos, los complejos caen uno a uno, desprendiéndose de mi mente y cuerpo, porque también son una invención.
Y es entonces que pienso y agradezco que mi única meta en la vida sea la búsqueda de la libertad, en la danza, en el canto, en el cuerpo, en la ropa, en los viajes y en las decisiones.
!Que no se nos olvide nuestra condición efímera!, casi etérea, de transparencia.
Tampoco olvidemos que hubo imperios que ya no son, para que cada respiro lo demos con la conciencia del adiós.