abril 24, 2016

Primeros acosos

1- 15 años. Voy por la 5 y 10 con mi amiga Violeta, un tipo en una bicicleta ejerce fuerza contra mí colocando su mano en mi glúteo (no quiero decir: "me propina una nalgada" porque todavía me siento avergonzada y asqueada), huye en su bici, me quedo inmóvil sin saber qué hacer, después, a los instantes comienzo a correr con el coraje en el pecho, queriendo tumbarlo y darle su merecido, no logro nada más que sus burlas.

1- 17 años. Mi madre y yo vamos caminando a pleno rayo de sol por la calle de abajo de mi casa, un carro maneja lento, me asomo, se está tocando el pene, mi madre no se percata, yo le grito, tomo unas piedras y se las lanzo, él huye burlándose.

2- A los 19, regresaba de la fiesta, sola, tenía que recorrer varias cuadras cuando bajaba del taxi, tal vez 3 de la mañana, en la subida hacia mi casa hay una camioneta blanca y la puerta está abierta, detrás de la puerta se notan los pies de un hombre, se asoma, a unos 10 metros yo, observo que se masturba, decido correr por la otra calle, se sube a la camioneta, me persigue, me escondo bajo un carro con el corazón horrorizado, imaginándome violada y muerta en algún dren, la van me pasa de largo, subo corriendo hacia mi casa, toco la puerta, hasta que abre mi hermano y lloro.

3- Tal vez 22. Un tipo de mi escuela me sigue a la biblioteca, a la cafetería, me lo encuentro en mi trabajo, me deja "regalitos", entre ellos una película porno, una revista obscena y una carta de lo más vulgar, con otros detalles que mejor no mencionar. Avisé a la dirección de la escuela, no hicieron nada. Viví así con el terror de ser perseguida, lo soñaba. Mis amigas me aconsejaban denunciar, mi terror me detuvo.

Todos estos episodios no han frenado mi búsqueda de libertad y de ser quien soy, mis pies no se van a detener, ahora cuento con más edad, con un pepper spay y la voluntad de experimentar caminos nuevos, sin miedo, honrando la existencia de muchas que en sus intentos, fueron despojadas de sus ropas, de su vida, y tal vez ellos creyeron que también de su dignidad.

Ahora mis pies servirán para recorrer todos esos caminos no andados que esas mujeres no caminaron, y no quedarme jamás en casa será mi ofrenda de empatía; afirmar con mi danza que la noche es mía y la luna también me pertenece será mi saludo; cantar muy fuerte, gritar hasta que se me desgarre la garganta y vivir celebrando será mi manera de decir que las calles son nuestras y la dignidad también.

abril 15, 2016

Escucho

Un concierto cósmico en mi cerebro, las notas se deslizan de un lado a otro, puedo percibir cuando van de tímpano a tímpano, son tin tin, tan tan, cosquillas al oído, un ramillete de tics, un estruendo suave.

Quisiera no morir jamás sólo para escuchar música, una y otra vez, mis venas y mis adentros siendo inundados de vibraciones en armonía.

Escucho la estática, una por una, las puedo contar.

En cada tecla, rasgueo, una intención, y en una magia incomprensible se juntan las intenciones de todos, y resulta una sola, que duele o hace agitar de tanta emoción.