Hay historias que transforman, que nos tocan en lo profundo, hay personas que inspiran y que de alguna manera nos devuelven la fe, hoy me topé con una de ellas.
Este mundo es profundamente oscuro en muchos sentidos, es doloroso, el terror es el pan de cada día para muchos, la tristeza, el hambre, la angustia carcomen la esperanza. Allá afuera hay un infierno, en donde la barbarie acontece, hay gritos, hay lágrimas, hay amargas tardes, una realidad que sobrepasa la ficción, en donde la pólvora y el llanto se funden en lo cotidiano.
Soy una mujer afortunada, nunca he sufrido, no conozco la amargura, no he estado jamás al borde de la insania, mi infancia fue una cajita musical llena de dulces, colores, abrazos y amores, mi juventud una fiesta, mi presente un verdadero hogar.
Y de entre todo ese abismo que en ocasiones se encuentra en el corazón humano, a veces sobrevive alguien, y al hacerlo vuelve a nacer, pero ahora con una misión, y la energía que despide es un soplo divino de fuerza y fe.
Hay personas que inspiran, a amarnos a nosotros mismos y a los demás, a cuidar nuestra familia, a apreciar el tiempo, a no desistir jamás, a ser estoicos ante la tragedia, a no echarle la culpa a nadie y a ser responsables de nuestras decisiones, a tener la frente siempre en alto, repleta de dignidad y agradecimiento por ser quienes somos, porque somos gracias a nuestros padres y amigos y todas esas historias que van tejiendo el hilo de los días.
Hay personas que inspiran, y que con su ser nos dicen: "Ama la vida tal cual es y sobrevive, a diario sobrevive con profundo amor a lo todo lo que hagas y si un día te topas de frente con la muerte, mírala a los ojos y con serenidad abrázala, tal vez seas tú quien reciba el cálido abrazo de una segunda oportunidad".