Ella es andaluz, se levanta acariciada por el frío invierno, torso recto, descalza, sale y se baña de viento, toca la tierra con sus pies, bebe café y con profundo sentimiento comienza a entonar un cante; ella es flamenca todo el día, toma un baño de agua fría, comienza su rutina y enamorada, el agua recorre su piel saboreándola, mientras su delicado perfume hechiza las burbujas que revolotean en un aroma sin fin. El agua salpica y salta inquieta y las palmas hacen eco en sus sueños !y desnuda! !y bella! !y femenina! el tintineo de las castañuelas rompe el mutismo de sus días.
Poco a poco esas medias van escalando sus piernas, abre el closet, un vestido azul boleado la aguarda ansioso, ella voltea discreta, pasa por un lado y coquetea, lo toca, da media vuelta y sonríe, avanza y contempla otros, toma aquel vestido rojo y se observa frente al espejo, lo avienta a la cama y baila con el azul.
Es una reina, suelta su larga cabellera y porta una flor con dulzura, pinta sus labios de un rojo sobrio, emana un aroma cálido, viste unas zapatillas !altas, muy altas!, camina lento, abanico en mano y bolso pequeño, sale a la calle, sube la escalinata, recorre aquel puente, se sitúa en él, observa el ocaso y sigue su camino, la noche la espera.
El click clack de unas zapatillas adorna la escena, se asoma con garbo, inquietante, elegante y soberbia, la pista la recibe y una guitarra flamenca late fuerte en su espíritu; entra, se sienta, cruza la pierna, esbelta, rostro altivo, espalda recta, el mozo le brinda una copa de vino, la olfatea, la degusta, la hace suya.
Comienza a sonar una melodía conocida y ella emprende el zapateo, brazo arriba, castañuela, vestido ondeando en un ensueño, mirada profunda y airosa, su cabello da vueltas y ella con él, la roja flor se eleva hasta caer a los pies de un gitano, él se para gentil, hidalgo, le acaricia el cabello y coloca la flor, mientras ella sigue, sigue ahí, eterna, bailando.