Estamos hechos de tiempo, se diluye, nos transforma, nos hace ver y que nos vean diferentes, se hace un hoyo, se establece una brecha entre los que vienen y los que van, pero por dentro somos los mismos niños, las mismas niñas que quieren creer que esto tiene sentido; todo gira alrededor del maldito reloj, la cosecha del vino, el reloj biológico de las mujeres y su tiempo para ser madres, el tener la niñez y que te digan que ´ya estás grande para juguetes´, el ser un adolescente y que te digan ´ya estás grande para berrinches´, la edad adulta y que te digan ´ya cásate´, la vejez y que te digan ´ya no chingues´; pero la edad está basada en parámetros que lo alteran todo, la vida se compone de tiempos en los que se tiene que hacer X o Y para lograr aprovecharlo, de tradiciones que nos ahogan con la lluvia de segundos, que nos estrangulan con el minutero y no podemos parar, ¿cómo desconectarnos de este sistema, de esta triste vida reconocida en segundos en la que se nos dice que jamás podremos recuperar el tiempo?, pero… ¡qué es Cronos!, sino un demiurgo alguna vez inventado.
Por qué el hacer y no el no-hacer, ¿por qué esta estúpida vida de producción occidentalizada?, ¿por qué no la contemplación?.
Por qué parecen tan lejos Anaxímenes, Diógenes el cínico, Zoroastro, o una de las primeras personas que es considerada persona por la ciencia moderna, aquellos que usaban garrotes y vivían en las cavernas, ¿por qué tan lejos? si el tiempo no parece nada, y se sigue diluyendo engañando nuestros sentidos, quizá sólo las modas cambian, pero vuelven; los cavernícolas usaban pieles de tigrito y la abusadora Laura León también, sólo que ahora nos percibimos a sí mismos como entes separados de un colectivo, en qué momento dejamos de ser parte de una tribu para volvernos solitarios, egos irresolutos que le mandan al vecino la patrulla cuando les molesta escuchar que el otro vive la carcajada.
Qué percepción la nuestra de creer que a los 26 se ha visto todo, ¿Alguna vez conoceré Tatooine o me teletransportaré a pasados remotos como espectadora solamente?, quizá la conciencia del ser humano no logre comprender esos ires y venires que no sean lineales, pero yo me arriesgaría, así podría sentarme a jugar a las cartas con mi padre, me haría enfermera en la gran guerra y movería mis influencias para que Adolfo el jijo de su madre Hitler entrara a la academia de artes aunque fuera un baboso sin talento, conspiraría contra Goebbls y Himmler. Le daría la mano y pediría perdón a los que ya no están y regresaría con esperanza y alegría a esta época en la que he conocido el amor en el Bacalao.
Nietzsche me hizo pensar en su idea del eterno retorno y reflexioné sobre todas las veces que he vomitado pero al mismo tiempo, vomitar para mí es un castigo, es algo con lo que no puedo lidiar, se me hace uno de los sentires más nefastos y terribles del cuerpo. La perversión total de la evolución. Que miedo me da la idea de volver a vivir mi vida, tal y como lo hice, con cada detalle, con cada acontecimiento, momentos felices, vergüenzas, amores, tristezas, muertes, vomitadas, enfermedades, estudios, momentos de lucidez, sorpresas, etc., considero que mi vida ha sido muy linda, emocionante y alegre, también he tenido mis sorpresas y momentos amargos, pero no es eso; si estuviere conciente al momento de nacer, sabiendo que volveré a vivir mi vida tal cual, idéntica, no habría problema porque la analizaría a cada momento a pesar de no poder cambiarla, pero me da miedo que se vuelva una eternidad. Ese tiempo repitiéndose incesante una y otra vez. Prefiero perderme en la nada.
Estuve pensando en las identidades y me sentí muy triste, no es que el que sea yo sea lo más chingón del mundo, pero pensé en que pienso tanto en mí, en mi egoísmo de no concientizarme de que la demás gente también tiene conciencia y siente y se siente de la chingada a veces, tal y como yo, pero me pierdo en mí y no analizo que por ejemplo, mi abuelo tiene 82 años, ¿cómo mirará la vida?, él que es tan alegre, tan vivaracho, tan tierno y encarna la fuerza, el otro día me dijo que él se moriría cantando, no dormido, no tranquilo, sino cantando. Yo sé que yo podría morir en cualquier momento, pero no estoy tan conciente de ello dada la estadística, pero ¿qué sentirá una persona que está en el atardecer de su vida?, y nosotros los tratamos como si los fuésemos a tener para siempre…, que egoísmo. Entonces, pensar en todas las personas que ya fueron, en la identidad de Nietzsche por ejemplo, cuánto sufrió con sus jaquecas y al final de su vida: la locura. Se me hace difícil y triste el pensar en los otr@s, o quizá confuso el saber que nunca podré sentir lo que se siente ser mi madre por ejemplo, o no saber qué se siente ser el pingo (nuestro perrito), el tener otros rasgos físicos, el ser un cura en Holanda, o un niño perdido en medio de una guerra.