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Lo veo, todo su ser emana ternura y calor, su amor es una luz que me guía, el café brillante de sus ojos me lo dice.
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Unos payasos en el Zacazonapan, un alma partida en dos, las calles del centro de Tijuana, estas ansias por decir, por explotar, toda esa combinación y un destino presagiado me llevaron a ella, mi gemela en tiempo-espacio. Sin todo ese dolor, sin esos payasos, sin esa Tijuana gris y sucia no la hubiese conocido, estoy segura…
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Despierto de mi sueño dogmático y me siento viva, me sumerjo en los avatares de la vida y los acepto con gusto, es mi tiempo, estoy caminando, estoy engullendo mi presente a cada segundo, ¡a cada instante te alcanzo presente!, no existen los futuros… no los comprendo, esta percepción temporal me indica que lo único que puedo llegar a comprender es este presente, en el cual actúo, en el que debo entregar todo lo que soy, pues la vida no se realiza en esperas.
No sé cuando he de morir, desconozco el día de mi fenecimiento, y me da gusto, quisiera que fuera sorpresa, que nada me avise y encontrarme con el caos universal, un caos que no alcanzamos a comprender por esas categorías de tiempo-espacio que nos limitan.
Me congratulo de vivir en este tiempo, de poder ser uno con la persona que amo tanto, de hallarle un sentido al absurdo de la vida.
Es mejor haber amado que morir sin haber sentido ningún dolor. Que mi epitafio no sea más que una cruz de madera de la más corriente…
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