Siempre me inquieta la muerte, la respiración, que en mi cabeza pasen cosas y en mi instintos otras tantas, pero más me inquieta un milagro que pasó en mi vida, quizá producto de la patafísica, no le llamemos pues, milagro… sino coincidencia, pues me asombra sobremanera saberte a mi lado, que la pelotita rodó y rodó hasta dar con tus brazos, “sólo deseo estar a tu lado, soñar con tus ojos, besarte los labios”, me quedo contigo, por siempre.
Me asombra también que hemos decidido convivir y enfrentarnos a la vida de la mano, que te busqué perenne, y sé que en cada cara me buscabas, te asomabas al espíritu y seguías esperándome, hacías guardia para encontrarte con toda esta ciencia de las soluciones imaginarias y quedarte callado, pensando que era absurdo e irreal. Yo te esperé sentada al tiempo y mis ruinas y tristezas me deleitaban internamente porque me daba cuenta que mi libertad estaba guardada para compartirla contigo, esta libertad que desde que te conozco siento tan profundamente, como si el hecho de tomarte de la mano me hubiese liberado de infinitas cadenas.
La vida es caca, ¡sí, la vida sigue siendo mierda! y ahora lo es más, bajo los paradigmas con los que se rige este mundo perturbado, pero en aquella casita de la Malinali, bajo ese techo cubierto de no sé qué etéreo llamado por muchos amor, mi núcleo siente paz, en ese tejado de café y miel, de cariño y charlas eternas, te amo sobremanera y siempre me asombrará esa bolita que me trajo a ti, desequilibrando el mundo para bien.
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