octubre 24, 2005

N.A.D.A.

Un hueco en el alma, la necesidad de yacer bajo las cobijas y no despertar jamás, la necesidad de quedarse callada y no usar otra vez nunca más los labios, la boca, las manos ni el corazón, y callar lo que queda de uno, tragárselo y no escupirlo, pero resulta difícil cuando lo que se quiere es vomitar y terminar con un escupitajo estos sentires malignos, mórbidos.

Por otro lado está el movimiento, el constante pensar de una nostalgia no comprada, no pedida a nadie e incrustada en mi espalda, como cuchillos a traición, soy una cobarde, me declaro discapacitada, no quiero salir, no quiero hablar con nadie de nada..., que mi cuarto tenga la fuerza bruta de un ataúd sellado, que me echen por debajo de la puerta migajas de pan y que sea mi alimento...que nunca tomaré, pues la inanición me consumirá.

Siento que rompo mi destino, lo quiebro sobre mi cabeza haciéndome daño, hiriéndome sin tener poquita consideración de mi, hay gente que espera, hay quien me espera y yo traiciono y me alejo, me escondo y no doy la cara, soy una cobarde, soy nadie, soy basura.

Hay alguien que ya ha dicho, esta mujer no vale nada, le doy la razón, le doy mucha razón, soy pura palabra, dónde mis hechos, dónde mi sentido de vida, mi instinto vital, dónde queda... qué hago aquí, las preguntas que me adolecieron me vuelven.

Hay mucho espacio en esta tierra y me consume, quisiera estar en todas partes y hoy no estoy en ninguna, me duele no estar allá, irme de aquí, no saber la vastedad de percepciones que se encuentran en los lugares, en la cascada aquella que nunca conoceré, en aquel rinconcito de la montaña... un espacio no descubierto jamás por ningún hombre, un santuario no tocado, no mancillado por espíritus modernos.

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