Su nombre era Miriam, le decían Ranita por Anna Frank, y sus ojos de sapito. De niña se dedicaba a ser paseada en una caja de cartón por su padre, ¡era una aventura!, y le pagaban por ello, 5 pesos cada domingo, ese sueldo se llamaba: “dar domingo” y era gratis, el trabajo era ser feliz y dejarse apapachar. Fue creciendo y se dedicó a ser una hadita profesional, a defender el bosque y regañar a la gente que tiraba basura, a contemplar el cielo desde el techo de su casa y mientras comía golosinas, teorizar sobre el cosmos, los secretos de la luna, los viajes en el tiempo.
También se dedicó a cantar canciones inventadas, una de ellas decía esto: “nosotros
sabemos quién lo prometió, larara larara, larararara, si las miradas están
risas, nosotros vayamos a saber, quién lo prometió, quién lo prometió, tan tan”.
No tenía sentido, pero significaba que era sencillo dar con alguien que mentía
si se reía.