La casa, el carro, el crédito, la hipoteca, la jubilación. Palabras sin sentido ante un mundo descarnado en el que no hay certezas.
No hay nada tan frágil como la sociedad que nos hemos inventado, que al cortar la electricidad o el suministro de agua, nos volvemos bárbaros.
Creemos muchas cosas, se nos ha enseñado a vivir en modo estresado, pues nos preocupan detalles tan nimios como si voy a la fiesta con el mismo vestido (aunque tengamos un closet y dos burós llenos de ropa que no usamos), porque seré criticada y cometeré un acto vergonzoso al repetirlo y no mostrarme consumidora o con poder adquisitivo.
Nos preocupa tener un trabajo que nos otorgue la seguridad económica para vivir una vida en la que no tendremos tiempo por estar esclavizados a una actividad que no nos gusta, y de 8 a 6 pm vivir queriendo vomitar por pasar nuestro tiempo donde no deseamos, !ah, claro!, !pero hay una buena jubilación!, y entonces nos conformamos, y no le damos la cara a la muerte ni la mencionamos porque creemos que esta naturalidad con que se vive lo cotidiano nos va a durar para siempre, y cuando menos pensamos entonces la vida se fue, y con ella, sacrificios injustos, que nunca retribuirán el tiempo perdido (tiempo que debimos haber vivido cuando teníamos la fuerza y no trabajar esclavizados para una vejez que ni siquiera sabemos si llegará).
Creo que como sistema económico, no sólo abarca un aspecto, sino que tiene consecuencias desastrosas para la sociedad. Parafraseando a Marx, el modo de producción determina el orden social, y nos dice mucho acerca de la política, la economía, el arte, la cultura y por lo tanto nos hablará de la desigualdad y el trato digno o no entre seres humanos.
Pienso que cuando el petróleo deje de ser el origen de la avaricia, y los conejos salten por los campos y los árboles florezcan coloridos y salvajes, entonces podremos presenciar un cambio en las relaciones de producción a otras más humanas. Soy profesora, y jamás podré afirmar que nuestra naturaleza es insensible, codiciosa y terrible, creo que así como nos hemos educado en la creencia en un papel que representa poder, así podemos transformarnos. De no creer en la humanidad, levantarme cada día a transmitir y compartir ideas para reflexionarlas y pensar, no tendría ningún sentido.
Concluyo que independientemente del estilo de vida que elijamos, hay que ser conscientes y valorar nuestro tiempo, adornar nuestra cotidianidad de tal modo que al finalizar cada día agradezcamos por nuestras decisiones, por cuidar nuestro cuerpo, por elegir en cada palabra, en cada acción, "una vida digna de ser vivida" (Sócrates); y que cada mañana despertemos con el ánimo y el corazón para que más que enfrentar el día, lo abracemos con todo lo que venga.
Creo que uno de los actos más punks y más anárquicos en estos tiempos modernos de "civilización y progreso" (progreso que no entiendo), es que vayamos por la vida libres y ligeros, descalzos, y que no seamos presa de un estrés que tiene que ver con vivir apresurado, donde el tiempo es dinero y el ser productivo la exigencia social para mantener el estatus.
Yo recomiendo que no pasemos los fines de quincena en los centros comerciales, ni vayamos a comprar más ropa para darnos color y aspecto diferente, mejor démosle color a nuestra vida armando un rompecabezas, leyendo poesía, regalando tiempo a alguna amiga que solamente necesite ser escuchado, conviviendo con la familia, caminando y descubriendo la ciudad, corriendo con el ser amado al atardecer, bebiendo limonada hecha con el árbol de limones del vecino-amigo, jugando al uno, compartiendo todo lo que tenemos en el refri (así sean dos calabazas y un mango) e inventando comidas en un viernes de amigos.
!No acumulemos riqueza! !Acumulemos experiencia, viajes, amor y belleza!
No creamos en la jerarquía, mejor experimentemos la libertad de hacer con nuestro tiempo y nuestros saberes un oficio de vida.