Vivo en un mundo en el que tengo que pensar detenidamente si me animo a ir a la tienda a comprar algo para la cena o me aguanto el hambre porque ya es de noche y la calle no es mía, y entre mi hambre y mi miedo el volado me indica más probabilidad de bolsa negra que de salir librada.
Vivo en un mundo en el que elegir un sentido u otro para caminar no me asegura nada, ni la gente alrededor, ni la mañana, ni la tarde, porque el riesgo es haber nacido mujer.
Y no quiero que lo sea, y por eso lucho contra esta incomodidad que escupe mi voz cada que quiero decir lo que pienso, y no comprendo dónde se aloja este miedo, pero sí en qué momentos me fue sembrado.
Y me caga saber que el mundo de muchas mujeres serán las paredes de su casa, y no conocerán más vida que la de los hijos, el cuidado y la pareja, porque nos enseñaron que nacimos para cuidar y expresar nuestros deseos o hacerlos realidad es una cosa que va al final de los deseos de los demás o no va.
Porque lo que exigimos es nuestro derecho de elección, pero no una a ciegas, sino una informada, justa y digna.
#VivasNosQueremos.
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