agosto 30, 2004

Esplendor

Mis manos temblaron, el sonido estruendoso del mar cimbró mi ser, este cuerpo se unió salvajemente en un rito de llamas y fuego colosal, un fuego azul que arrasó con la antigua percepción y transformó lo más interno de mí con una intensidad calcinante.
La vida me llevó por caminos paradójicos y la noche risueña me saludó con la cortesía de un caballero andante.
El azul penetró mi sentir y en un constante vaivén de alegría y nostalgia me hizo derramar una lágrima, la noche se vistió de euforia y desgarró los gritos de la gente triste de ciudad y los despojó de su traje negro de hastío y en un aquelarre de energía transformó el mundo.
La blancura de las olas hizo contraste con la blancura del vestido perla de mi alma, esa noche fui una conmigo misma y el carrete de la vida me soltó un poco más de hilo, hilos dorados extraídos del Nilo y el tiempo se detuvo por un instante eterno.
Estoy viva y siento explotar estos latidos de sangre; de repente el rey sol hace su aparición y me regocijo bailando al compás de la nada, al unísono con la música del mar y del silencio, rompo en carcajadas y brinco de algarabía.... pienso en él un momento y sigo mi camino, tomo una siesta y él aparece ahí con lágrimas en los ojos, yo lo abrazo y no quiero saber nada más en este mundo, ni en cualquier parte del universo, no quiero más datos, no quiero más sueños, sólo deseo mantener ese recuerdo para siempre...
Me quedaré despierta para no soñar jamás, puedo esperar.