¡Ahh, crrrr, crrr!
Rechinar de dientes, el diablo cantando ópera y el eterno sonido de su limonada con hielos, que en su desfachatez siempre presume ante la fatigosa sed del pueblo.
¡Dejen de lanzarme piedras, bastardos!
Mis huesos truenan a cada momento, grito ¡ah, ah!, garganta seca... y apenas ha pasado un segundo de la eternidad.
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