Quiero ser esa ventisca que se cuela por la ventana y que eriza la piel, quiero ser ese silbido de viento antiguo y reverberante que lo ha tocado todo, que presenció el silencio estridente de aquel faraón y su equívoco al no entender que sí fue Dios quien envió la plaga, que ese mar se detuvo porque obedeció a un creador caprichoso que le encanta la ciencia ficción.
Quiero ser esa viento gélido que reposa en la calma natural de la duna del desierto, que descansa en el secreto misterioso de aquella piedra que ha callado el secreto del cosmos, porque puede, porque ya está del otro lado, porque prefiere la contemplación a gritar el escándalo de los eones, porque en ese anonimato de polvo inerte emana la divinidad más pura.
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