Toda mi infancia fue amarilla, el iris de mis ojos se derramaba de sol y los cantos de las rojas catarinas me cantaban al oído.
Recuerdo a mi abuelo y se me llenaba al enunciar tan ilustre palabra.
Tuve mucho abuelo, puedo decir que aunque él ya se haya ido, su eco sigue presente en lo amarillo de mis días.
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