Desde antaño la mujer ha sido excluida de la vida pública, relegándola a la vida privada; desde tiempos remotos la sociedad ha girado en torno a las necesidades y los deseos del hombre, este hecho ha limitado la potencialidad que puede alcanzar cualquier mujer, aunada la ignorancia y el sexismo que la han mantenido sometida.
Nuestras voces han sido silenciadas y dentro de ese silencio también se encuentra opacada la voz de los oprimidos: l@s pobres, los grupos étnicos, los homosexuales y lesbianas, a los que le llaman las minorías (aunque sean mayorías), a los que pertenecen a la periferia del mundo, a los que no son parte de occidente, la razón y el hombre blanco.
El arte funciona como un observador fidedigno, el cual recoge la realidad de ciertas circunstancias, pues aunque se quiera negar un hecho histórico, aunque se quieran encubrir las inequidades de una época, es a través del sentimiento tan puro al que éste nos conduce, como se logra observar el trasfondo del imaginario colectivo.
La música ha sido un portal eminente, que ha transformado las relaciones de poder en el mundo y ha colocado a la mujer en una plataforma más humana e igualitaria.
A mediados del siglo XX, con el nacimiento del rock, podemos recordar con nostalgia y alegría a grandes mujeres como Janis Joplin, quien con su poesía expresaba los avatares de la vida de l@s jóvenes, Grace Slick cantante de Jefferson Airplane, quien marcó una generación, sólo por nombrar algunas.
Lo que queremos resaltar es la importancia de nuestra participación, nosotr@s tenemos mucho que decir, tanto que denunciar, y la música nos ha facilitado el expresar lo que como colectividad sentimos.
La música debe tener un sentido, acabar con la percepción que se tiene sobre la mujer, en la que es condenada a fungir como un objeto sexual; por ello al aniquilar ese cliché, queremos rescatar la razón, el sentimiento, el valor de la mujer como un ser humano fuerte para cambiar la situación de violencia que se ha venido viviendo a lo largo de los siglos.
Es preciso decir que hemos sido excluidas de la historia, pero la historia no es la del hombre solamente, dado que juntos hemos venido construyendo este devenir; no obstante no hay que negar que la discriminación de la mujer está tan naturalizada, ya que se nos presenta como objetos puramente eróticos, los medios nos reclaman una imagen sensual, de no ser así no se pertenece a ese ser etéreo que es la mujer; nuestra sexualidad ha sido marcada con tabúes que nos visten como santas, hoy día la sociedad patriarcal no ha podido deshacerse de ellos.
Por ello, es nuestra responsabilidad cerrar el capítulo negro de la discriminación, o por lo menos luchar por un presente en condiciones de apertura ante la individualidad[1], en tanto que hombres como mujeres puedan ser partícipes de esta realidad.
La historia nos sobrepasa y debemos arrancar desde el más profundo ethos[2] la violencia del trato no sólo de ser humano a ser humano, sino de ser humano a animal y de ser humano a planeta tierra. ¿Cómo despojar de la cultura estas fronteras de género sin dejar de ser, ni perder la identidad que como pueblo tenemos?, esa será una de las tareas de todo ciudadan@, en tanto que no sólo l@s jóvenes tienen derecho a un trato más digno; sino cada vida, donde desde el recinto educativo, el hogar, la calle, la música, se depositen semillas de esperanza para una vida con sentido, en la cual tod@s figuremos y se pueda lograr una educación conciente de las potencialidades como humanidad a través de nuestra participación.
[1] Celia Amorós plantea la tolerancia ante la verdadera diferencia, la que no sería una diferencia de género, sino de individuos como identidades únicas.
[2] Costumbre, forma de ser de una sociedad.
Nuestras voces han sido silenciadas y dentro de ese silencio también se encuentra opacada la voz de los oprimidos: l@s pobres, los grupos étnicos, los homosexuales y lesbianas, a los que le llaman las minorías (aunque sean mayorías), a los que pertenecen a la periferia del mundo, a los que no son parte de occidente, la razón y el hombre blanco.
El arte funciona como un observador fidedigno, el cual recoge la realidad de ciertas circunstancias, pues aunque se quiera negar un hecho histórico, aunque se quieran encubrir las inequidades de una época, es a través del sentimiento tan puro al que éste nos conduce, como se logra observar el trasfondo del imaginario colectivo.
La música ha sido un portal eminente, que ha transformado las relaciones de poder en el mundo y ha colocado a la mujer en una plataforma más humana e igualitaria.
A mediados del siglo XX, con el nacimiento del rock, podemos recordar con nostalgia y alegría a grandes mujeres como Janis Joplin, quien con su poesía expresaba los avatares de la vida de l@s jóvenes, Grace Slick cantante de Jefferson Airplane, quien marcó una generación, sólo por nombrar algunas.
Lo que queremos resaltar es la importancia de nuestra participación, nosotr@s tenemos mucho que decir, tanto que denunciar, y la música nos ha facilitado el expresar lo que como colectividad sentimos.
La música debe tener un sentido, acabar con la percepción que se tiene sobre la mujer, en la que es condenada a fungir como un objeto sexual; por ello al aniquilar ese cliché, queremos rescatar la razón, el sentimiento, el valor de la mujer como un ser humano fuerte para cambiar la situación de violencia que se ha venido viviendo a lo largo de los siglos.
Es preciso decir que hemos sido excluidas de la historia, pero la historia no es la del hombre solamente, dado que juntos hemos venido construyendo este devenir; no obstante no hay que negar que la discriminación de la mujer está tan naturalizada, ya que se nos presenta como objetos puramente eróticos, los medios nos reclaman una imagen sensual, de no ser así no se pertenece a ese ser etéreo que es la mujer; nuestra sexualidad ha sido marcada con tabúes que nos visten como santas, hoy día la sociedad patriarcal no ha podido deshacerse de ellos.
Por ello, es nuestra responsabilidad cerrar el capítulo negro de la discriminación, o por lo menos luchar por un presente en condiciones de apertura ante la individualidad[1], en tanto que hombres como mujeres puedan ser partícipes de esta realidad.
La historia nos sobrepasa y debemos arrancar desde el más profundo ethos[2] la violencia del trato no sólo de ser humano a ser humano, sino de ser humano a animal y de ser humano a planeta tierra. ¿Cómo despojar de la cultura estas fronteras de género sin dejar de ser, ni perder la identidad que como pueblo tenemos?, esa será una de las tareas de todo ciudadan@, en tanto que no sólo l@s jóvenes tienen derecho a un trato más digno; sino cada vida, donde desde el recinto educativo, el hogar, la calle, la música, se depositen semillas de esperanza para una vida con sentido, en la cual tod@s figuremos y se pueda lograr una educación conciente de las potencialidades como humanidad a través de nuestra participación.
[1] Celia Amorós plantea la tolerancia ante la verdadera diferencia, la que no sería una diferencia de género, sino de individuos como identidades únicas.
[2] Costumbre, forma de ser de una sociedad.
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