Camino y camino sin rumbo, escucho el calor de la tarde, toco las cálidas ondas que me envuelven en un sudor que hierve, saboreo la poesía que emiten los cactus y sus milenarias sombras verdes, escucho el blanco horizonte sin final y es un son que sabe a sandía fresca.
Camino sin rumbo y me pierdo en la espesura de ese mar de arena, navego sin amarres, naufrago en los confines de esa ventisca que raspa y me recuerda que en mí hay piel.
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