Siempre he pensado en ese último aliento, último instante de toda tu estirpe, el sol de frente brillando con todo el fulgor que da la vida, los helechos frescos esperando amanecer el siguiente día. Una raza de gigantes que fue dueña del mundo, que se les respetaba y se les temía, ahora, pequeñas cucarachas para el cielo, ¡quiero abrazarte, T-rex! y mirarte a los ojos para que sepas que alguien te contempla, que alguien llora contigo tu absoluta retirada de esta vida, pero no de la historia.
Fue tan majestuosa tu presencia, que los niños siempre quieren saber de ti, que yo misma hago poesía sobre tu belleza.
¡Gracias por existir!, dejaste un gran vacío.
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