La luna llena me ha avisado que llegó la primavera, los girasoles se han girado al sol con la gracia de una libélula bailarina. ¡Quiero decirle que hoy, por primera vez, me siento muy viva!, y a usted, le siento, respiro la fragancia de la brisa en mi memoria, no necesito tocarle para sentirle en el recuerdo.
Todas las noches le pienso y celebro la primera vez que usted tocó mi mano en el jardín de azáleas de la abuela, ¡cómo no estremecerme ante ese rose tierno y a la vez, rudo como un mar en tormenta que atraviesa mi espíritu!
Fueron días aciagos los de su ausencia, pero ahora le espero con la esperanza que ha traído esta primera lluvia estival. He preparado ungüentos de azucena y miel para curarle si viene herido, he macerado hierbabuena y aceite para untarle en sus pies y que descanse, porque la vida aguarda, el futuro de este nuevo siglo nos espera y tengo fe. Todas las noches hablo con Dios en la capilla para agradecer su creación, y que en ella esté contenido usted.
Me despido, no sin antes proponerle que lo esperaré en roble ya conocido, donde tocó mis labios por primera vez.
Siempre suya,
Eleonora.
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