Esa noche Claudia esperaba la vida.
Después de varios lustros de intentarlo, de severas horas de intenso dolor, se abandonaba a su más afortunado sentido de existir.
Se llegó la hora, entregó la entraña, el fervor y la esperanza; entregó sudor, sangre y devoción.
Se asomaba la vida, una lágrima rodaba, no hubo cansancio ni queja, gesto de amor inmediato.
¡Asomaba la vida!, ¡asomaba la vida!
Y todo el universo se alineó: estrellas, luna en capricornio, paz por un momento, un llanto que es poesía.
Una madre que anhela, que sostiene, que da ese primer beso de amor para siempre, corazón que rebosa, en la vida hay sentido.
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