Hay cosas que están repletas.
Tengo los zapatitos de una gran amiga que ya se fue de este mundo, me los regaló para usarlos pero no los quiero ni tocar, son dos saquitos que ahora están dotados de lo sagrado. Seguramente en ellos se guarda un bailecito de mi Sol, una decisión de ir por pan y café. Una caminata por las calles de Tijuana a las 7 de la tarde rumbo al McDonalds de la plaza Santa Cecilia por unas papitas y una Coca-Cola, un zapateaito flamenco improvisado, pero, sobre todo se guarda la esencia de una vida ya vivida, las claves de quien fue Sol-Ho, la magia de haber sido ella en todo su esplendor, de haber recorrido los pueblos gitanos de Rumanía y haber caminado la vida con la sapiencia y garbo con que nuestra Sol-Ho anduvo en este mundo.
¿Si dejó huella?, muchos ubican que no hay nada en el corazón y que todo lo que pensamos se guarda en el cerebro. Cuando pienso en ella hay un latido muy musical en el centro de mí, es toda su energía abrazándome, recordándome que sigue aquí por los siglos de los siglos, amén.
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