No me entristece el olvido de mí, pero me rompe el corazón que así como pude superar la muerte de mi padre, después de siete dolorosos años de no saber como continuar viviendo en este mundo, me pase lo mismo con la inminente partida de mi madre, quien es mi sostén, mi apoyo, la luz de cada día, la que a diario le importo.
No me imagino caminar esta senda sin su consejo; el verdadero vacío está en su ausencia, en su voz apagada, en su falta de risa, en la casa materna sin la explosión de colores que es ella.
Quiero que se sienta orgullosa de mí, quiero demostrarle que mientras yo viva y aun cuando yo ya no esté, su memoria gloriosa jamás será borrada, porque yo me voy a encargar de esparcir las semillas de su dulzura y las raíces de su nobleza.
No me entristece mi propia nada, sino habitar un planeta sin su sombra: ¡Oh, Marina, mi dulce Marina!
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