El señor Reveles lo dio todo.
Año cero, ríos de lava radioactiva han tomado las ciudades, y él, en su ilusa fe en la humanidad, quiso dar reversa a los monstruosos planes de la franja roja de la URSS.
El teléfono no sirvió de nada, no impidió que esa gente y su hambre de poder presionara el botón. Al final, lo que importaba era alzar esa bandera y coronar aquella patria ensangrentada.
El señor Reveles lo dio todo, y, cubierto de ceniza, era el último hombre de la humanidad: un botón, dos patrias, el olvido.
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