El diablo vivía a la puerta del árbol más longevo del mundo. Estaba jubilado, se había cansado del libre albedrío humano porque sus maldades eran más inocentes y las de aquellas criaturas habían sobrepasado todo límite. Vivía en pánico de que si lo veían en algún callejón, lo cocinaran vivo y lo vendieran como carnitas, pero exóticas.
El diablo usaba botitas, nuestro diablo era un vaquero que de vez en cuando se robaba un caballo y lo montaba para cabalgar sobre el aperlado fulgor del mar. Sí, nuestro diablito era un romántico.
Un día, iba montando a caballo robado y los indios de esa comarca lo atestaron de flechas, y así, en cámara lenta, cayó en drama. Entonces gritó: "¡Ay de ustedes, humanidad rota!, ahora sí están completamente solos, ¡Dios ha muerto y yo, yo.... tam...".
Y una luz azufrosa iluminó la tarde.
Nota: inspirado en el diablito de la lotería y en Así habló Zaratustra de Nietzsche.
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