Una vez llegué con dos pesos y kilos de desesperanza en la bolsa. También llegué con hambre y Juanito jardinero tenía un gran árbol de naranjas, por lo que le pedí naranjas para comer. Me dijo que sacara de la alacena los ingredientes para cocinar un espagueti, ¡todavía me saboreo a lo que me supo esa comida compartida!
No solo es ese gesto, ha sido la confianza, estar en las buenas, en las malas, en las fiestas; su escucha atenta sin juicio.
Juanito todos los días nos regala pensamientos lindos, imágenes inspiradoras que nos dan un respiro. Él se despierta y cada madrugada se toma el tiempo para lanzar un pensamiento bello a la mente caótica que a veces somos.
¡Gracias, Juanito!, por regalarme en ti a mi mejor amigo, el más punk, el más loquito, el más noble y el más sabio.
68 años de historias que jamás me cansaré de escuchar.
¡Gracias por tu sabiduría!
Eres mi familia.
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