Crecieron en la misma cuadra, hicieron pasteles de lodo juntos, fueron a la prepa y recorrían las calles bajo la lluvia, crecieron. Se llegó el momento decisivo, ella lo miraba a los ojos con la esperanza de sentirse amada, él sentía el lastre de la timidez en sus rodillas. No pudo, ella tampoco. Pasaron veinte años y se reencontraron en una cabina de tren, ella le confesó todo lo que lo amaba y a él le rodó una lágrima. Tampoco pudo.
Entonces ella, en un arrebato de desesperación, lo besó y besó hasta no poder más. Dicen que los han visto caminando por el parque y no han dejado de besarse, tienen 20 años atrasados de besos.
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