La noche estrellada y cándida que es vientre materno para el generoso o el facineroso, es un milagro.
Las manos de un hombre que pica la piedra y edifica sueños de futuros posibles, es un milagro.
Los ojos profundos del gato que ignora su poder faraónico y demiurgo, es un milagro.
La música de las estrellas que clamó Pitágoras bajo aquel árbol, y que esta tierra gire en clave de Sol, es un milagro.
Amar como una desquiciada que se tira al abismo con ojos cerrados, silenciar el mundo al mirar sus ojos, es un milagro.
Encontrar sentidos en fonemas hechos por mis coterráneos, aquellos fenicios o mesopotamios, y sentir que en cada letra deposito historias, encuentros, memoria, es un milagro.
Compartir estas palabras con mis contemporáneas, sabernos efímeras como una mota de polvo en el desierto, dulce mortalidad compartida de ser agua que cae en el tiempo, es un milagro.
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