Una confesión, secreto y, a la vez, algo vergonzoso es que desde muy joven y hasta hace unos tres años me iba de raite de ciudad en ciudad.
Lo disfrutaba, me encantaba sentir que mi corazón todavía guardaba confianza en el ser humano. Aunque amaría seguir haciéndolo, sé que no es prudente y hasta es irresponsable hacia mí y mis seres queridos. Entiendo las condiciones violentas del país y la alta posibilidad de un feminicidio.
No obstante, he tenido talento para esa tontería y -muchas más que esta vez no contaré-, he sabido escoger gente buena. Nunca voy a olvidar todas esas aventuras y las largas pláticas de carretera con gente desconocida pero genial.
¡Gracias, universo, y oraciones de mi madre, por haberme protegido y por haberme regalado buenos momentos!
Madre, ojalá nunca leas esto, porque si lo lees, sé que me espera un cachetadón.
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