La calle atronadora, dedos sangrantes, de la Colina era Candy, dulces skittles que reniegan de sus colores, piano ardiente, no sucumbir a la tragedia, puntillizo es el tiempo y la efigie se lanza al acantilado, la panza reboza feliz, de una estela del sur, invoca la emoción, duerme la naranja, amarillea el domingo, pirámide de Egipto, que transita la navidad doliente, un rayo de justicia al rojo amanecer de luna vieja. Soy de sangre, escurriente, la radio y su frufú, suculenta melodía. Algo nos aplasta con sus gotas de mar de la fosa de las Marianas de la sombra más sombra de la vida de ultraoscuridad.
No hay urgencia, nacho sin barreras de quererte, el instante que se desbarata en sustancias delirantes y azules bomboneras.
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