Decía Nietzsche que no había sentimiento más noble que irte de este mundo en el momento más glorioso, frente en alto, cuando exudaras vida en cada poro.
Enfrentarse a la autoaniquilación debe sentirse frío, como una oleada de adrenalina inyectada directo al corazón, quizá un momento de frenesí orgiástico, porque como decía Camus, ese es el único problema verdaderamente filosófico: decidir o no el día y la hora.
Si es el sí, un grito sordo que lanzado al vacío nadie escucha, un último llanto de soledad doliente, un abrazo absoluto de valentía ardiente, caer en el instante, incendio palpitante, el después, el presente, el antes.
Si es el no, decía Camus, de cualquier modo, todos estamos condenados a muerte.
En algún lugar del mundo, se escucha el crack, el bang, el gasp.
Y el universo está más solo esta noche.
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