Hay un árbol gigantesco y milenario en una isla cósmica abrazada por el plasma originario que proviene de la primera explosión. Ese árbol tiene vientre, en él se guardan los secretos más profundos del tiempo, sus fórmulas para viajar al pasado, al futuro, los vórtices, las fallas en la línea temporal, aquella noche fría en que Sócrates fue condenado, los tétricos sonidos de la hoguera, del cadalso, de la guillotina, el grito de júbilo del triunfo revolucionario, la profunda melancolía del día lluvioso de la post crucifixión, cuando la fiesta de los curiosos se disolvió
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