tú me llevabas en los hombros,
yo era una princesa en tus brazos,
los días eran un regalo.
Caminábamos hacia la tienda de juguetes y era toda una excursión,
comíamos pollo y puré en el "Kentucky" y era un manjar;
conducías hacia la "Pancho villa" como el cafre-as que eras,
y entrabas triunfante a tu colonia chiflándole a la gente,
diciendo "!quíhúbole cabrón!"
y al voltear orgulloso aclarabas "un camarada";
entrábamos a terrenos de misterio cuando
con tus historias de la casa embrujada de la Altamira
nos hacías creer en caballos que volaban y seres mágicos.
Ir a la playa contigo cuando el domingo era tal,
respetar nuestro pacto secreto de golosinas,
los fines de guitarra y boleros con el tío Javier,
las visitas a tía Juanita y el tío Kelo,
en esa dimensión desconocida con el "cachetitos".
Cuando convencías a mi mamá de no ir a la iglesia,
las tardes de "acción", Chivas y Padres de San Diego.
las eternas y apacibles caminatas por el sobre-ruedas,
que no tenían ningún sentido pero tenían todo el sentido
cuando lograbas encontrar algún cassette lleno de rock,
o los viejos aparatos que traías para desarmar
y arreglar...para luego arrumbar.
Una caja de cassettes bajo la cama,
y una luz tocó mi alma;
largas discusiones sobre Lennon, Berry, Holly,
cartas, dominó, y rock & roll,
carros clásicos,
Hendrix, Lennon y Presley,
respirabas nostalgia,
siempre supe que no eras de este tiempo.
Y después, desapareciste para siempre.
Y después, desapareciste para siempre.
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