Ayer te conocí, Menhokop de Guadalajara, y tengo la certeza de que eres mi amigo desde el kínder.
Compartimos la misma energía de las estrellas, me robaste un beso, te robé un beso. Tu cabeza llena de palabras bonitas y divertidas alimentaban mi risa y mis palabras alimentaban la tuya en una sincronía chistosa.
Mientras te besaba vi una estrella caer, y pedí un deseo que ya se me había cumplido: ser cómplice de ti para salir por cigarros bajo el pretexto de un pepto bismol -que por cierto no encontraste-; después de una larga espera hiciste una entrada triunfal y épica en la que me diste un huevito kínder sorpresa que de verdad fue sorpresa y que curó un dolor de panza inexistente. El premio fue un t-rex y su esqueleto que guardaré como amuleto.
Me hablaste de tu trabajo, yo del mío, compartimos música, me contaste de tus pasiones, hablamos de las decisiones más perras y acertadas como no tener hijos, te canté una canción, me diste un besito en la mejilla, te acompañé a tirar canasta, caminamos por toda la hacienda, me encontré doce pesos, materializaste una botella de agua para mí, te regalé una dona, me prestaste tu chamarra chola, criticamos las bandas de viejitos; eran Los Ángeles Azules, Los Rollings Stones, Los Temerarios, Bronco, Conjunto Primavera, y cuando vimos a los Putrid Scum imaginamos que al final el bato rudo le dice a su amada: "Mi amor, nos fue muy bien en el punki, te llevo frutilupis".
Luego hablamos de porno raro, de los costos de la prostitución barata. Me invitaste a hacer música.
Fuiste la cereza del pastel del festival, todo vale la pena cuando la vida trae amigos desde el kínder como sorpresa. ¡Pinche vida más perra!
Miri
P.D. Esa conexión con la energía de las estrellas fue a modo de Temazcal para mi corazón, el año pasado está reivindicado y enterrado.
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