Hay pocas personas que recuerdo con tanto fervor y cariño, y no creo que tenga que ver con que fuiste mi padre.
¡Ah, la vida sencilla que me enseñaste a apreciar!, correr a la playa los fines de semana, subirse a esa ford y andar por las carreteras sinuosas de la Altamira manejando como un loco, llegar a la Pancho Villa, tomar el café con la abuela, comer arroz con frijolitos, y reír con los chistes y albures de los tíos.
¡Qué persona eras, Biliki!, siempre me preguntaré por qué te decían así, qué pasaba por tu mente, cuáles eran tus ideales.
Hoy cumplirías 74 años, y se te sigue extrañando como desde el primer día que desapareciste de la faz de la tierra.
Hay pocas personas que recuerdo con tal agradecimiento, no solo porque me diste la vida, sino por haber compartido esas noches de conquián y rock & roll.
¡La vida sencilla, padre!, esa que vale, esa que se siente en una tarde amarilla de cualquier verano, y que guardas en la memoria, que en el lecho de muerte se recuerda.
¡Me hubiera gustado tanto que envejeciéramos juntos!, ¡pero en otra vida, padre!, en otra vida amaneceremos con la primera estrella del norte y nos reconoceremos como grandes amigos; y de repente una nota de Buddy Holly resonará en nuestros cuerpos conectando todos los puntos, diciéndonos con cautela que son muchas las vidas ya vividas, y otras tantas las veces que nos seguiremos encontrando.
¡Feliz cumpleaños, Bily!
¡Que tu nombre siga resonando, padre!: Manuel Salvador Ibarra Cota, porque tu breve vida nos sigue tocando el corazón y la memoria hasta el fin de nuestros días.
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