I. La mejor venganza es vivir bien.
No hay placer más ferviente y destinado a la gloria que alcanzar una existencia que rebase la expectativa promedio, que ofrezca la bienaventuranza de un paraíso temporal que nos deleite, al vivir de esta manera, la revancha se hornea por sí sola.
2. Nadie se ha muerto de amor.
Y entonces ningún ser humano, por más abismado a la dulces mieles del fervor ardiente que implica sumergirse en el alma de otro ser viviente, feneció de aquella dulzura. No hay difunto que tenga la marca del desamor en la frente, Caín y toda su estirpe miserable no heredaron ningún estigma innecesario. Ya no es la oscura y triste época medieval, ni estamos en una tragedia shakesperiana, no somos la Ofelia que en un arrebato de locura, se lanza a las aguas fangosas de la inmolación.
3. ¡Me vuelves loco!
¡Oh, tu ser!, que anidado en mis entrañas, ha trastocado el ser que soy. La sinrazón se posó en mí como una mariposa inocente, diluyendo toda fibra de juicio, no sé lo que digo: la bugambilia se cocinó con salsa de canela, comí la corteza del señor árbol, las nubes me recibieron en su vientre tranquilo, el fuego viento extinguió mi memoria.
4. Todo ocurre por una razón.
¿Por qué hay algo en vez de nada?, se preguntaba Leibniz, después de la nada, algo. Entonces no hay accidentes, no hay azar, la rueda eterna se echó a andar y giró y giró sin detenerse jamás. Yo soy quien soy y ninguna de mis decisiones es en libertad, una cosa lleva a otra, un pensamiento no es una ocurrencia sinsentido, hay un previo que lo conectó con el inicio de los tiempos. Que yo piense hoy: "quiero chocolate", se relaciona con la ubicación y actividad del planeta más lejano del universo después del big bang.
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