Pero qué maravilla cuando hay largas bandas transportadoras que van desde el estacionamiento hasta el segundo piso, y en esos diez segundos de traslado, respirar y dejarse ir en total descanso.
Me imagino que de haber un más allá, así sería el traslado: plácido, lento, reflexivo, instante en que cabe mirar al horizonte y perderse de sí mismo echando en saco roto la voluntad y los zapatos.
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