Camino y camino y nada encuentro,
mundos de palabras en
que me sumerjo,
¿qué historias me
componen?,
¿qué de ese vasto
océano de memoria
he elegido como
narrativa precisa de un
recuerdo que me ha
inventado?
Perpetua dialéctica
entre los pasos que doy
y los que sigo en
esos ecos de voces aún presentes.
Un caleidoscopio de
Diógenes
aparece frente a distintos
Magnos,
desde cada mirada, en
cada siglo,
en cada nacimiento y
así mismo,
desaparece en cada disolución
del yo.
“Yo no sé,
atenienses, la impresión que habrá hecho
en vosotros el
discurso de mis acusadores”.
Y es así que Sócrates
encarna la vida,
el ágora se
reconstruye en un instante,
y es que el eco de
las palabras erigidas,
como eternos imperios
virtuales,
vuelve a resonar en
el presente.
Distintos siglos,
distintos lectores,
distintas apologías,
y Sócrates,
lentamente,
se transfigura en un
campesino medieval,
en un rey déspota,
en un dictador,
en un Nietzsche,
en una flapper,
en un flaneur,
en un milenial,
en María,
en Bo,
en el profe Borunda,
en mí.
Inspirado en "Para una teoría del discurso narrativo" de Paul Ricoeur, en clase del Dr. Ismael Borunda, Arte y literatura (MEAL) :)
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