agosto 06, 2019

Amado Crisanto

Cuernavaca, Morelos, 1 de enero de 1800



Amado Crisanto

Hoy es 1ro de enero de 1800, se asoma la luna de un nuevo siglo, abrupta, impía, y usted sigue lejano, sin que sus pasos sean las campanadas que como sinfonía me acompañaban. El perchero ha perdido la razón de existir, hoy yace sin su capa y su vetusto sombrero de copa alta que enmarcaba su rostro y que portaba con garbo; las tardes avanzan sin su fragancia que colmaba de notas de vainilla mis días.

¿Dónde está usted, amado, que las noches son lapsos de eternidad que me arrastran al fango y la miseria de la soledad? ¿Dónde está usted que afuera las hojas se atropan en un sigilo fúnebre de camposanto?

Quiero que sepa que le echo de menos, y que esta guerra absurda que a todos nos aniquila un poco y nos arranca a jirones los restos del alma no me parece justa. Ya son 7 años sin usted, y yo muero al alba, cada que despierto y no encuentro su mirada, muero al alba.

Pero sepa que le espero, que cada crepúsculo me siento en nuestra banca y asomo al desdibujado horizonte con la entraña palpitante de esperanza. Sepa que le espero, y que es menester aguardarle la vida entera, esta vida que sin su sombra, sin sus manos de madera que me cobijan, no soy, no existo, no resisto.

Hoy es 1ro de enero de 1800, un nuevo siglo se asoma y es tortuoso respirar. Solo espero que esta epístola, como todas aquellas que le he escrito con pausa y esmero, lleguen a usted, y sepa que le pienso, que le amo y que no hay olvido.

Su mirada prístina me persigue en mis sueños.

Siempre suya, 

Eleonora.

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